sábado, 20 de julio de 2019
Saudades de la Luna
martes, 5 de marzo de 2019
Nostalgias de Fabio Zerpa
Clásica fotografía de un supuesto ovni tomada el 31 de julio de 1952. (Origen: https://es.wikipedia.org/wiki/Ovni) |
Aquel día del bar en Exactas, estaba la conducción editorial de la Revista de Astrofísica que publicábamos cuatro veces al año. El motivo de la reunión era que Cuarta Dimensión había publicado un artículo nuestro sin previa autorización. Era una nota breve en la que Horacio Ghielmetti, director del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) explicaba la extraña luz plateada que se había paseado por el cielo de la Ciudad de Buenos Aires meses antes y que muchos atribuyeran a un Objeto Volador No Identificado (OVNI). Ghielmetti supuso que se trataba de un globo científico y se puso en contacto con quienes debían ser sus dueños que así lo corroboraron. El breve informe provocó la reacción de Cuarta Dimensión que desde la portada de su revista desafiaba al director del IAFE a debatir publicamente sobre la naturaleza de aquella luz en el cielo. Mientras Ghielmetti quería matarnos por haberlo convencido de escribir ese artículo que ahora lo exponía masivamente, nosotros decidimos defender nuestros derechos de autor. La comitiva estuvo formada por Guillermo Lemarchand (director de la revista), Andrés Gaeris y yo. Tal vez vino alguien más con nosotros, pero no estoy tan seguro.
Fuimos al Instituto de Fabio Zerpa, que en aquellos años ocupaba unas oficinas de una galería sobre la Avenida Cabildo. Nos presentamos a su secretario y don Fabio nos recibió en seguida. En su pequeña oficina, su encantadora voz nos trató con mucha cordialidad. Expresamos nuestra molestia por haber publicado el artículo sin nuestra aprobación. Se disculpó, aunque también dejó entender que nos había hecho un favor al dar a conocer nuestra revista de 1000 ejemplares de tirada a un universo de decenas de miles de lectores. Después quiso saber sobre nosotros, y finalmente nos invitó a participar de sus investigaciones. Él decía que no se oponía a la ciencia sino que los científicos se habían cerrado al fenómeno ovni. Necesitaba científicos jóvenes y aventureros que verificasen las experiencias anormales que día a día eran relatadas por individuos de todo el mundo y que, él sabía, eran la evidencia de la existencia de seres extraterrestres inteligentes en la Tierra.
Nos tomó por sorpresa, el hombre no estaba irritado con nosotros. ¿Cómo negarse a debatir? ¿Cómo negarse a colaborar con una de las mayores empresas de la humanidad: Saber si hay vida inteligente además de la nuestra en el Universo? Respondimos que estabamos muy ocupados en nuestras actividades, pero que siempre estaríamos abiertos al diálogo. Nos fuimos. Nunca más volvimos a hablar con él.
Los debates con los pseudocientíficos, a través de publicaciones mayormente, pocas veces de manera presencial, se centraban en la autenticidad de los relatos sobre encuentros cercanos con extraterretres, o sobre explicaciones a fenómenos visuales. Pero en aquellas discusiones teníamos puntos en común: el Universo se generó en el Big Bang, a grandes distancias, astronómicas, la Teoría de la Relatividad reina indiscutida, en nuestro día a día, son las Leyes de Newton y la Relatividad Galileana, en el mundo atómico, la Mecánica Cuántica rige la dinámica. A veces nos dábamos cuenta que los ovnílogos no comprendían bien partes de estas teorías lo que los llevaba a interpretaciones erróneas. Pero los planetas son por lo menos nueve (en aquellos años...), giran en órbitas en torno al Sol, y el Sol en torno al Centro Galáctico. Donde no nos entendimos nunca es en esa propensión a creer que los gobiernos (principalmente soviéticos y norteamericanos) escondían información sobre los seres extraterrestres. Conspiraciones como la del Área 51, el Incidente Roswell, el Experimento Filadelfia, etc, que involucraban a miles de personas durante décadas sin que nadie, nunca, abriera la boca, eran para nosotros demasiado débiles de aceptar.
El tiempo pasó, sé que don Fabio sigue vivo, retirado probablemente de sus actividades. Los años siguientes, los ovnis cayeron en el olvido, o diríamos mejor, quedaron encandilados por otras historias fantásticas. La falacia del viaje a la Luna, es decir, la afirmación de que las misiones Apollo de la NASA nunca posaron en el suelo lunar, que las fotos y videos fueron producidos en estudios de Hollywood, tomó un ímpetu que a mis 7 años, cuando vi a Neil Armgstron descender del Eagle (aunque no en directo! la mayor frustración de mi joven vida) no podía ni siquiera especular. Allí estábamos todos, empujando a la frágil nave de tres tripulantes al mando de la mayor misión jamás pensada por la humanidad: ganarle a la fiera fuerza de gravedad para ir a donde nos diera las ganas de ir. Que a la Luna! Pues allí vamos, joder! Sólo me das un tiempo que me preparo. Tener que argumentar 30, 40 años después con un bando de, paradojicamente, lunáticos que nunca lo hemos hecho, me parece un despropósito sin sentido, una pérdida de tiempo absurda. Que no, que no hemos vuelto, lo sé. Pero, te esperas un poco, que estoy arrreglándome para salir de nuevo...
Y ahora, cuando estamos por cumplir los 50 años de una de las mayores gestas de la Humanidad, nos encontramos interpelados por otro grupo de ruidosos que vienen a cuestionar que... la Tierra es esférica. Lo escribo así de chiquito, porque hasta me da vergüenza de escribirlo. Verguënza ajena, claro. En Argentina hacen un encuentro internacional, en la ciudad de Colón, Pcia. de Buenos Aires. Y Netflix hace un documental sobre otro encuentro, el primero, en los EEU en 2017. Y es entonces cuando sentimos nostalgias de don Fabio. ¿Cómo debatir con personas cuyo estado teórico es pre-aristoteliano? Personas que ignoran casi 2.500 años de historia del conocimiento. ¿Será que los viajes en el tiempo existen y los han sacado de las tierrras de Sumeria, en tiempos de Sargon el Grande, y los transplataron en el medio de nuestra sociedad high-tech-internet-connected? ¿Cómo debatir con alguien que cree que la idea de la tierra esférica es la mayor conspiración universal? Que vivimos en una Matrix o en un Show de Truman inventada por la Iglesia de Roma, el gobierno norteamericano y, agregamos nosotros, los rusos y chinos, porque si no, el mito se derrumba.
El documental de Netflix nos muestra la historia y vida de tres planistas. Dos de ellos vienen del mundo de las conspiraciones, de descreer de instituciones básicas de nuestra sociedad, como la prensa o el sistema educativo, de sentirse aislados e ignorados en sus ideas, de buscar compañía en esa soledad. No parecen interesados en evidencias, al contrario, según los presenta Netflix, se convencieron y punto. El mismo documental nos muestra un tercero, ingeniero (en informática) que trabaja en un aeropuerto, que busca demostrar con experiencias muy sencillas que el mundo no es redondo y que tampoco gira. Las experiencias no funcionan, obviamente, incluso porque lo que ellos proponen fue propuesto centenas de años antes para demostrar la rotación de la Tierra, ¡justamente! Así, la idea de usar un giróscopo y observarlo por horas sin moverlo de su lugar, esperando que siempre apunte en la misma dirección falla. Falla porque el giróscopo mantiene la dirección de apuntamiento absoluta a pesar de la rotación y entonces, cambia la dirección relativa a los observadores fijos sobre la superficie terrestre en exactamente 15 grados por hora, los mismos que le lleva a la Tierrra avanzar en su armónico girar sobre el eje. Gastaron 20.000 US$ en un carísimo giróscopo de laser cuando podrían haber ido a uno de los muchos museos del mundo que tienen un péndulo de Foucault para ver exactamente este fenómeno. Y entre las muchas interpretaciones que le dieron, no sé como no dudan del fabricante que, aliado al gobierno construye giróscopos que engañan a los planistas!! (por favor, a los que me leen, este último es un comentario cínico).
Parece un retroceso inexplicable, de discutir sobre aliens y ovnis a discutir si el disco terrestre se asienta sobre elefantes apoyados sobre una tortuga gigante. Por mucho que me deprima esta situación la historia muestra que planistas hubo siempre, incluyendo en el siglo XX. Charles Fort fue uno de ellos, y a pesar de su relativo éxito, no impidió que llegáramos a la Luna. Supongo que el efecto se amplifica hoy en día gracias a la Internet. Las comunicaciones baratas y rápidas les ha permitido crear redes de planistas, que se refuerzan entre ellos, que suman acciones, que, en definitiva, les da número y propaganda. La Internet les permite organizarse en su Guerra del Bien contra el Mal, como lo dicen algunos protagonistas del documental de Netflix.
Huellas de Oppy sobre el suelo marciano. |
Hoy en día parecen una amenaza, conseguirán que las escuelas se vean obligadas a enseñar el paradigma tierraplanista? En el video de Netflix, muestran que son también reacios a las vacunas y otros obscurantismos semejantes. Y en foros, algunos han manifestado ser antisemitas. El mismo documental, sin embargo, muestra la debilidad del movimiento: apenas han salido a la luz y ya hay diferencias irreconciliables entre diferentes grupos, donde unos acusan a otros de ser parte de la conspiración. La razón me dice que es un movimiento pasajero que nos hace perder algunas horas de debates y discusiones y en pocos años, como otras neurosis colectivas, será dejada en el cajón de los olvidos. Debemos aprender a convivir con esta cacofonía universal en la que nos ha sumido Internet: este monólogo de infinitas conversaciones. ¿Será que la posibilidad de saber lo que dice cualquier persona en todo instante en cualquier lugar del planeta nos hace sobrevalorar su importancia a quienes somos de la era pre-Internet? Espero que sí.
Mientras tanto, aguardamos ver pronto los pies de un ser humano sobre el gris polvo selenita, y, por qué no, sobre las sepias llanuras marcianas.
Miércoles de Cenizas. Aquí una versión más sociológica / política de mis preocupaciones: La Tierra es plana, nacionalista y antisemita.
Miércoles 7 de agosto. Don Fabio acaba de dejarnos, convencido todavía de que los ETs están entre nosotros. Debo agradecerle muchas horas de diversión, largos debates y, tal vez, por qué no? por antítesis, mi vocación científica.
Domingo Primero de Octubre de 2023. Otro de los actores de esta historia nos ha dejado: Andrés "Gordo" Gaeris falleció la semana que hoy finaliza. Un nerd loco por el espacio y la ciencia ficción, lleno de humor y optimismo. Fue un privilegio haber compartido tantas charlas y tantos sueños.
domingo, 31 de diciembre de 2017
El Post-truth o la victoria de Charles Fort
¿Fueron los platos voladores las primeras posverdades del siglo XX? Tal vez no, porque Kenneth Arnold dice haber visto a los nueve objetos volando próximos de sí aquel día de 1947, aunque no consiguió identificarlos, de allí su nombre Objeto Volador no Identificado (OVNI). Pero sí es una posverdad vincular el Área 51 con experiencias extraterrestres. Mi debut con las posverdades es la farsa del hombre en la Luna, mi tío abuelo desconfiaba en 1969 de los ianquis y sospechaba que todo era una invención de Hollywood. En mi ingenuidad infantil pensaba que mi tío abuelo era único en el mundo en su desconfianza. Por eso mi sorpresa fue enorme al descubrir el tamaño de la comunidad descreída de la aventura lunar, más aún al ver que su bastión estaba en los EEUU, el país que hizo el esfuerzo económico y humano.
El tiempo no hizo más que aumentar las posverdades. El atentado a las Torres Gemelas y al Pentágono, el famoso 9/11, creó una suerte de competencia por ver quien creaba la teoría más absurda sobre lo que ocurrió en aquella mañana interminable. Ya habíamos sufrido el pasaje de milenio, y pocos años después nos deparamos con las Profecías Mayas que nunca se cumplieron, por supuesto.
Me dedico a escribir sobre falacias pseudocientíficas hace más de 30 años. En la ingenuidad adolescente de mis inicios en este campo, pensaba que podría ayudar aportando una voz más a un grupo de emprendedores que contó con nombres insignies como Carl Sagan y Martin Gardner. Pensé también que la información era el mejor remedio para convencer a incrédulos, y por ese motivo el acceso universal a la Internet sería un camino natural para acabar con las falacias. Y sin embargo, nos encontramos frente a un fenómeno que, todo indica, dejó de ser intracendente y puede definir elecciones presidenciales.
Tengo la impresión que la historia comenzó hace más de un siglo y tiene nombre y apellido: Charles Hoy Fort. En el libro "Fad and fallacies in the name of science" Martin Gardner relata las disparatadas ideas que los forteans han mantenido desde las primeras publicaciones de su creativo líder. Fort recolectó infinidad de historias que leyó en periódicos retirados del British Museum en Londres, y de la Biblioteca Pública de New York. Aunque que carecía de estudios académicos, o tal vez por esa razón, dedicó su vida a investigaciones de eventos anómalos poco considerados por los científicos profesionales. Pudo darse el lujo de ser un diletante científico gracias a una herencia familiar que lo liberó de la obligación diaria de trabajar. Y dos amigos, que poco entendían de ciencia y mucho lo admiraban, consiguieron que sus libros fueran publicados. El primero y más conocido es el "Libro de los Condenados" , donde por condenado Fort entiende que son todos aquellos que se dejan convencer por la ciencia que hacen los científicos profesionales, lo que se da en llamar en inglés de "mainstream science". Ciencia que Fort llamaba de dogmática. Él tenía particular aversión por los astrónomos, a quienes consideraba ineptos (stumblebums, en sus propias palabras), incluso menos idóneos que los astrólogos al momento de realizar predicciones, como, por ejemplo, encontrar un nuevo planeta por medio de cálculos perturbativos. Según Fort, la Tierra no gira en torno de su eje diariamente, por el contrario, una esfera hueca con pequeños orificios gira en torno a la Tierra. Del otro lado, una luz se proyecta hacia el interior y da la sensación de existencia de estrellas. La esfera está compuesta por un material gelatinoso, y, de vez en cuando, este material es arrancado cayendo sobre la superficie terrestre. Fort había recolectado noticias de periódicos y revistas que daban cuenta de una lluvia de gelatina celeste y por eso recomendaba mucho cuidado a los aviadores. En los cuatro libros que publicó en vida, y las ediciones de la revista Doubt que por muchos años publicó la Sociedad Fortean, un catálogo gigantesco de maravillas increíbles (literalmente uso el término aquí) como esta puede ser encontrado.
¿Era Fort un ignorante autoconvencido de sus genialidad? ¿Era un sinvergüenza que lucraba con la ingenuidad ajena? Algunos biógrafos creen que ni uno ni otro, Fort era un personaje que el Fort real había creado para sembrar de dudas a la humanidad, por el mero placer de verla confundida, o, al menos, para mostrar que la certeza absoluta es imposible. Siendo la Mecánica Celeste la rama de la astronomía más desarrollada en los tiempos de Fort, cuyo objetivo es describir la posición de los astros con la máxima precisión alcanzable, era la presa más apreciada de sus críticas. Una cierta vez Fort dijo: "No creo en nada propio que haya escrito alguna vez." Uno de sus más cercanos amigos, quien lo indujo a publicar sus libros, quien participó de la creación de la Sociedad Fortean y quien fue editor de la revista Doubt hasta su muerte, dijo "Fort no era un loco. De ninguna manera creía él minimamente en ninguna de sus hipótesis."
¿Serán así también los forteans contemporáneos que de manera indiscriminada publican fábulas irreales, dando cuenta de fenómenos que nunca han ocurrido, negando otros cuya existencia no debería ni siquiera ser cuestionada o brindando explicaciones inverosímiles a cuestiones cotidianas? ¿Dedican su tiempo libre a la ficción periodística sólo para reirse de la ciencia dogmatizada? ¿Son chiflados? ¿O, simplemente, desengañados?
El problema es que en los años 1920, cuando Charles Fort comenzó a publicar sus disparatadas teorías, su impacto en escala global era insignificante. Hoy, la conectividad permite que las ideas se transmitan, literalmente, a la velocidad de la luz, entre dos antípodas del planeta. Y el privilegio de trasladarse sobre la superficie de la Tierra, sea uno mismo, sean sus ideas, que en épocas de Fort era para unos pocos, hoy se ha convertido en derecho universal. Parafraseando la frase que ilustra la teoría del Caos: Un twit en Brasil puede resultar en el crack de la bolsa en Nueva York.
Mientras escribía este artículo, que me llevó más tiempo que el deseado, otro neologismo irrumpió en los medios de prensa: fake-news. Difícil discernir qué lo diferencia de las post-truth. Cierto es que ambos son igualmente perniciosos en un mundo hiperconectado donde la mayoría acepta dócilmente cualquier afirmación que confirme sus prejuicios.
No me cabe duda, Charles Fort se sigue riendo de todos nosotros.
jueves, 28 de enero de 2016
El verano del cohete
Tripulación del STS-51-L: (al frente) Michael J. Smith, Dick Scobee, Ronald McNair; (atrás) Ellison Onizuka, Christa McAuliffe, Gregory Jarvis, Judith Resnik. (NASA) |
La insistencia de Rocío nos llevó a la sala de la tele. Y allí, durante el corte publicitario, repitieron la noticia que tanto había conmovido a mi sobrina: ante nosotros se desplegaba el horror en vivo de ver la explosión de la máquina voladora más sofisticada que el ser humano había construido hasta el momento. Ante nuestras miradas atónitas veíamos despedazarse la vida de siete tripulantes, entre ellos, una maestra de escuela primaria, Christa McAuliffe.
La decepción que me invadió en ese momento es inenarrable. Mi cabeza se vio invadida por recuerdos de la historia del Taxi Espacial. Un concepto originado en los años 60, cuyo primer prototipo fue presentado al Presidente Nixon en los 70. El taxi debía resolver los problemas de los altos costos en el envío de astronautas y material al espacio para permitir la instalación de astilleros y puertos espaciales, para que las grandes naves exploradoras, al estilo de la Enterprise (Viaje a las Estrellas), pudieran "ir sin temor donde ningún hombre llegó antes". Desde 1969, año en que por primera vez hubo hombres orbitando la faz oscura de la Luna, y pocos meses más tarde, dos astronautas caminaron sus llanuras, seguía muy de cerca la historia de la cohetería. En sus primeros tests, hacia 1977, el Shuttle OV-101 Enterprise, era elevado más allá de los 10.000 m por medio de un Boeing 747 especialmente acondicionado (Shuttle Carrier Aircraft, su nombre técnico) y dejado en libertad para hacer maniobras de aproximación y aterrizaje. En 1982, por fin, el primer vuelo tripulado completo del OV-102 Columbia, con una tripulación de 4 astronautas que "depositó" un satélite artificial en órbita, mostrando como sería de allí en más la técnica espacial.
La sucesión de misiones del taxi los comenzó a convertir en rutina, y el interés se fue perdiendo. El Enterprise fue jubilado sin nunca ver la Tierra Azul de Gagarin y David Bowie ("planet Earth is blue, and there is nothing I can do..."), pero el Columbia pronto ganaría de compañeros al OV-099 Challenger (primera misión abril de 1983), el OV-103 Discovery (agosto de 1984) y el OV-104 Atlantis (octubre de 1985). Por fin, después de 15 años de espera, desde la hazaña de Armgstron, Collins y Aldrin, el hombre parecía encontrar su destino en la estrellas.
La historia nos reservó aquel día, hace 30 años, un baldazo de agua helada, que bien hubiésemos deseado que fuese real en aquel candente verano asunceño y no una figura literaria para describir el nudo en la garganta y el frío en la barriga. Porque casi pornograficamente, asistiamos a la íntima última escena de la vida de 7 personas a bordo de un refinadísimo producto de nuestra civilización tecno-científica. Presagiamos también que el accidente traería más atrasos a nuestro camino hacia el Universo.
Tapas de diarios y revistas (recuerdo particularmente la Time) mostraron la escandalosa imagen del cohete dilacerándose en pleno vuelo. Ríos de tinta se escribieron para explicar el por qué (la zaga de Andrés Gaeris en nuestra Revista Astrofísica, hasta ahora lo mejor que he leído en español). La historia de la maestra de escuela y su destino estelar inundó las redacciones de televisión y radio. Para mi hubo otro evento que marcó época, Richard Feynman, el mayor físico teórico de los EEUU, tuvo su acto final como miembro (el más mediático por cierto) de la comisión que analizó las causas del accidente. Poco después de un año de presentar el informe, fallecía.
Las causas ya son, por todos, conocidas. El shuttle utilizaba dos cohetes de combustible sólido (boosters) como auxiliares, además de uno de combustible líquido. Los boosters eran compuestos de 7 secciones, entre las cuales se colocaba un anillo de goma (o-ring). El frío de aquel enero en Florida (EEUU) congeló el material (de hecho fue el frío lo que atrasó tantas veces el lanzamiento) y le hizo perder elasticidad. Cuando el cohete partió, el o-ring se quebró y dejó de escapar una llama que derritió el tanque de combustible líquido. Por el orificio que se formó, hidrógeno puro salió a la atmósfera y entró en combustión explosiva. La culpa del accidente fue un diseño defectuoso, aunque nunca fueron civil ni penalmente juzgados ninguno de los posibles responsables.
Dos veces Bueno |
Un minuto antes era invierno en Ohio.
Y termina con
El cohete creaba el buen tiempo, y durante algún tiempo fue verano en la Tierra.
Pena que aquel verano no hubo buen tiempo.
lunes, 25 de agosto de 2014
Lucy y el mito del 10%
¿Cuándo comenzó esta manía? Es difícil precisarlo como en toda leyenda. La idea de que nuestra mente es capaz de dominar a la materia, subyacente en el mito de las Supermentes, es muy antigua, centenas de años como mínimo (de alguna forma era una hipótesis de los alquimistas). Más recientemente algunos refieren a Einstein quien en algún reportaje habría dicho en forma imprecisa que él utilizaba 20% de su capacidad mental. Creo adivinar que lo hizo en broma. El famoso Dale Carnegie, aquel de Como ganar amigos e influir en las personas, parece que también refirió alguna vez este mito, aunque sus fuentes son desconocidas.
Pero los antecedentes más firmes, parecen provenir de experimentos que en realidad demuestran lo contrario. En la década de 1920, Karl Lashley intentó conocer la ubicación de los recuerdos. Entrenó ratas de laboratorio para recordar el camino de salida de un laberinto, y después fue retirandoles diferentes partes del cortex cerebral. Lashley reporta que en algunos casos hasta con 90% de la masa perdida la rata podía recordar el camino. Sin embargo, en los mismos informes, se cita que esas ratas pierden performance al mismo tiempo.
Experimentos para observar el área del cerebro usada durante diferentes actividades fueron realizados con personas a partir de las década de 1960. Los resultados muestran que normalmente una área pequeña es utilizada para una actividad determinada. Lo cual es bastante lógico, ya que existe un cierto grado de especialización funcional en el cerebro, y solemos realizar una tarea por vez. Por ejemplo, en este momento estoy moviendo apenas los músculos de mis dedos para escribir, y algunos de los brazos. El resto de mi masa muscular se encuentra relajada. Eso no significa que sólo un 10% de mis músculos tienen algún fin. A lo largo de un día completo, muy probablemente habré utilizado cada uno de ellos en diferentes momentos. Lo mismo acontece con el cerebro.
Algunos pacientes de hidrocefalia suelen tener el cerebro bastante comprimido y a pesar de ello son normales. Un ejemplo dado por el pediatra británico John Lorber, es el de un brillante estudiante de matemática cuya materia gris tenia un espesor de apenas 1 mm, cuando lo normal son 45 mm! Personas con daños cerebrales suelen recuperar funciones inicalmente perdidas.
Obviamente que siempre se pueden hacer hipótesis a posteriori, argumentando que hemos sido alterados genéticamente en el pasado, o que ya existió una raza de hombres más inteligentes que la actual, una catástrofe acabó con ella y los sobrevivientes olvidaron la mayor parte de sus conocimientos. Está claro que ninguna de estas ideas tiene asidero en ninguna evidencia, como sí la tiene la teoría evolucionista.
Pero esto no es todo. Supongamos que efectivamente usamos un 10% de nuestra capacidad cerebral, si llegáramos a utilizar el 90% restante, que habilidades nuevas adquiriríamos? Me imagino que hablaríamos más lenguas, haríamos cálculos matemáticos más complejos, ejecutaríamos más de un instrumento musical, etc. y otros etc. Para los fanáticos de la leyenda de la Supermente, esto no es suficiente. E imaginan habilidades extrasensoriales: telepatía, telekinesis, visión remota, por ejemplo. Adquirido aquel estado superior tendríamos poder de dominación absoluto sobre la materia. Y por último obtendríamos el dominio del tiempo. En suma, omnipotencia e inmortalidad. Estas extrapolaciones de la realidad no tienen el más mínimo asidero y parecen más bien proyecciones de los deseos de sus autores.
La verdad es que usamos nuestro cerebro en casi toda su capacidad (siempre podemos aumentarla un poco con más ejercitación). Después de mucho entrenamiento podemos especializarlo en algunas tareas, como tocar un instrumento, jugar ajedrez, aprender una lengua extranjera, o simplemente capacitarnos en una profesión. Esto ya de por sí es maravilloso, ningún otro animal de la Tierra ha demostrado tanta capacidad de autoconocimiento, aprendizaje y creación. Nuestro cerebro es nuestra marca distintiva en el reino de los seres vivos. No lo devaluamos por decir que lo usamos en su totalidad. No es necesario creer en mágicas destrezas obtenidas por medio de dudosas técnicas para conocer nuestras esperanzas y miedos, nuestras limitaciones y realizaciones. En suma para saber cual es nuestro lugar en el Universo.
sábado, 25 de enero de 2014
Volviendo a la Luna
- Persuadidos: Aquellos que están, sin sombra de duda, convencidos de la llegada del hombre a la Luna.
- Escépticos: Aquellos que están, sin sombra de duda, convencidos del fraude lunar.
- Dubitativos: Aquellos que dudan de la história pero tampoco se tragan los argumentos de los escépticos.
- Neutros: Aquellos que emitieron comentarios que no pueden ser colocados en ninguno de los grupos anteriores.
Persuadidos | 88 | 47,1 % |
Escépticos | 72 | 38,5 % |
Neutros | 27 | 14,4 % |
Lunes 27 de enero. Es interesante como algunas historias son mas creidas que otras. En el mundo anglosajón se da el crédito del primer vuelo de un objeto más pesado que el aire (avión) a los hermanos Wilbur y Orville Wright que habría ocurrido el 17 de diciembre de 1903, en Kitty Hawk, Carolina del Norte. No hay ningún testigo del evento, sólo las memorias escritas por los hermanos inventores. Mientras tanto, la mayoría olvidó el trabajo documentado y testimoniado por una multitud del brasileño Alberto Santos-Dumont, que recorrió triunfalmente el Campo de Bagatelle (París) en su 14-Bis el 23 de octubre de 1906.