Después de 5 días de intensa cobertura en la prensa, hoy en día la sigla AF 447 ya tiene un significado propio. Hasta hace poco era una sigla más, de aquellas que unicamente conocen los que trabajan en el area, o que buscan desesperados los pasajeros en sus tarjeta de embarque para llenar los formularios de aduana y migraciones.
Pero quiso un hecho aun muy confuso, que AF 447 signifique hoy muchas otras cosas. Sin haber realizado ninguna búsqueda por Internet, estoy seguro de que miles de páginas se han abierto para discutir las causas del accidente del vuelo de Air France que partió el domingo pasado, 31 de mayo, de Rio de Janeiro y se perdió en el océano profundo de la noche.
No es necesario tener mucha imaginación para montar una teoría conspirativa: desde bombas hasta abducciones (secuestros) por ET, sin olvidar la cercanía con el Triángulo de las Bermudas y su nunca comprobada capacidad de teleportar objetos. El repertorio clásico. Numerológicamente 447 equivale a 6, que es el número del equilibrio, muy lejos de los 11 o 22 que representan los cambios y los peligros. Pero no tardarán en encontrar razones de sospecha, en la fecha, en la hora o en el nombre del piloto.
Siempre es así cuando una catástrofe ocurre. Por un lado buscamos la explicación que devuelva orden al caos. Por el otro nos parece que sólo un hecho de extrema gravedad, inusitado, inefable, incomún y todos los demás adjetivos que describen la inverosimilitud, pueden ser responsables de una tragedia. Nos volvemos paranóicos, nos creemos víctimas de una persecución eterna.
Tiendo a pensar la vida en términos más simples. Para mí AF 447 es la metáfora del Titanic, el barco que nunca podría hundirse. Es la forma cruel con la que somos forzados a recordar los límites de nuestros conocimientos y tecnologías. Puede haber sido un accidente o pudo ser un crimen. En ambos casos, muchas cosas fallaron y hoy centenas de personas sienten que el mundo es absurdo y sus vidas vacías y frías porque allí en el fondo del mar se ha quedado para siempre el calor de la caricia amada, el amor de la sonrisa esperada, la esperanza de la eterna felicidad.
AF 447 me muestra, en definitiva, que seguimos siendo muy pequeños frente a la inclemencia del destino y que nuestras disputas, además de mesquinas, son futiles.
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